Por: Tamara Mares | Animal Político
El señor Isaías Torbellin porta una fotografía de un adolescente con uniforme tipo militar, es su nieto, Erick Torbellin, un joven de 13 años que falleció en un campamento de su escuela, la Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc, ubicada en la colonia Santa María de la Ribera de la Ciudad de México.
“Lo trajimos para una educación militarizada, no a que lo mataran”, expresa con dolor, ante otros familiares de estudiantes.
Su abuelo Isaías Torbellin y su madre Erika denunciaron que el adolescente fue entregado con signos de violencia.
La muerte de Erick, ocurrida el pasado sábado, destapó una serie de abusos físicos y verbales contra alumnos de la escuela. Más de 30 denunciantes se presentaron ante la Fiscalía capitalina.
“Aquí todos los niños ya declararon, y es con lo que nos avalamos y sabemos quién fue, que lo mataron”, dijo Isaías Torbellin en entrevista con Animal Político. “Lo único que nos dijeron es que había tenido un pequeño golpe de calor”.
“A eso estaban acostumbrados”
El sábado alrededor de las 14 horas, una de las directivas de la escuela que había acompañado a los estudiantes a su campamento se comunicó con Erika Torbellin, madre de Erick, para informarle que su hijo iba a ser trasladado a un hospital en Morelos.
“Allá me lo entregaron muerto. Entró primero mi hija, que fue la que lo vio, y estaba moretoneado de tantos golpes”, expuso el señor Isaías.
Previamente, Erick –como después se enterarían otros padres de familia hacían con varios alumnos– había tenido “arrestos”, como denominaban en la academia a los correctivos impuestos cuando no acataban reglas.
“La más mínima (acción era) que hicieran lagartijas, eran brincadas de chango por media hora, una hora, dos horas. Lo que se les antojaba a los señores, hasta por no tocar bien la corneta”, compartió el abuelo de Erick. “A eso estaban acostumbrados”.

Erick, un adolescente que su familia recuerda como muy estudioso y solidario, quería ser militar. Su familia lo apoyó en su decisión y fue así como ingresó a su primer ciclo escolar a la Academia Militarizada Ollin Cuauhtémoc.
“Mi niño tenía un gran anhelo: ser un gran hombre y ser un gran militar. Portaba con mucho orgullo este traje. Yo no creí que les fueran a hacer eso”.
Destapan abusos: castigos, golpes, insultos
A raíz de la muerte de Erick, varios de sus compañeros empezaron a acercarse con sus padres y madres y comenzar a denunciar abusos que ya habían vivido en campamentos anteriores y en las aulas.
En el campamento más reciente, los niños comentaron que recibieron una lata de atún y un litro de agua por cada cuatro alumnos, por día.
El hijo de Lidia Amezcua, Fer, llevaba casi cinco años participando en actividades de la Academia Militarizada. Al inicio fueron sólo cursos de verano, pero posteriormente el joven de 14 años ingresó a la secundaria en el plantel educativo.
Fer sufrió una fractura en el brazo hace dos años, por lo que, al acercarse la fecha del campamento de supervivencia, pidió a los directivos que evitara actividades físicas extenuantes que pudieran causarle dolor.
Sin embargo, no respetaron el acuerdo y hoy Fer lleva una férula, luego de que los instructores del campamento le exigieran participar en una lucha grecorromana para poder ganarse la comida.
“Se destapó esta coladera tan inhumana que aquí dentro de la escuela ejercían violencia, golpes, y nosotros no lo sabíamos hasta apenas que los niños empiezan a expresarlo, a decirlo, e incluso yo a mi hijo lo veía como que ya normalizaba”, expresó Lidia.
El lugar que tenía que ser un sitio seguro, se convirtió para Fer en una pesadilla.
“Me siento impotente, primero, por las arbitrariedades de maltrato, de cómo fueron a aventar a mi hijo cuando a mí me decían ellos que lo querían mucho y lo cuidaban. Y ahora mi hijo incluso los defendía”, señaló.

“No puedo ser omisa”
Verónica Pérez señaló que su hija, Ale, quien cursaba su segundo ciclo escolar en la academia, le comentó que los directivos se comprometieron en múltiples ocasiones a no tolerar el acoso escolar dentro de la institución.
“Mi hija nunca me dijo nada directamente, sólo hacía comentarios como: ‘Ay, mamá, es que luego a algunos compañeros sí los tratan mal’”, relató.
Sin embargo, después del campamento realizado en la última semana de abril, Ale comenzó a contarle más detalles sobre lo que ocurría en la academia, incluyendo insultos hacia los alumnos por parte de los propios directivos. Fue a partir de estas revelaciones y la muerte de Erik, que Verónica, junto con al menos otros 30 padres de familia, decidió presentar denuncias ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México por los abusos vividos.
“Yo no puedo ser omisa, porque no estamos hablando de que le quitaron el uniforme a alguien o le robaron la mochila. Mataron a un niño. Es una vida”, subrayó.
