Por: Daniel Sánchez D. | Excélsior

En los últimos meses se ha agudizado la incursión del crimen organizado en la explotación minera, lo que ha agravado el desplazamiento forzado de rancheros, campesinos y habitantes de vastas regiones en el noroeste de Sonora, como en este municipio y el de Santa Ana.

Inicialmente, las víctimas pensaban que los hombres armados estaban abriendo rutas para el tráfico, pero la realidad era otra, despojan violentamente a la población de sus tierras ricas en oro para explotarlas.

En regiones de la sierra entre Sonora y Chihuahua, jefes de seguridad de minas en regiones como Yécora refieren que ellos mismos avisan a los delincuentes sobre las horas, quiénes, a qué y cómo se desplazan sus trabajadores y proveedores para evitar que sean confundidos o amedrentados.

Desde hace varias semanas, en Santa Ana, los habitantes del ejido El Claro fueron desplazados de sus hogares y rancherías por grupos de pistoleros, situación que ha sido negada reiteradamente por el delegado de la FGR en Sonora, Francisco Sergio Méndez.

El medio Excélsior platicó con víctimas y familias afectadas que por temor a represalias solicitaron anonimato, pero todas coinciden en que los gatilleros no buscan abrir nuevas rutas de trasiego o plazas de narcomenudeo, sino que los despojaron de sus tierras para lucrar con ellas.

En Santa Ana, muy cerca del ejido El Claro, está el yacimiento de la mina San Francisco y La Chicharra, que ha tenido un sinfín de problemas legales y administrativos, pero que comprueban la existencia de metales preciosos.

Consultados por Excélsior, especialistas en minería y geología afirman que es muy complicado que grupos delincuenciales incursionen en la explotación de yacimientos de oro con éxito, ya que la explotación y extracción, para ser realmente lucrativa, requiere de mucho esfuerzo, especialización e inversión; sin embargo, lo están intentando.

También se suma el cobro de piso, incluso a los grandes consorcios nacionales e internacionales mineros, así como los asaltos.

En la región de San Antonio de la Huerta, familias de gambusinos se unían con maquinaria y herramientas para explotar pequeños yacimientos de oro que existen por todo Sonora, pero llegaban los “malandros” a extorsionarlos, pedirles “mochada”, hasta que prefirieron dejar esta actividad.