Por: Araceli Celaya
La guerra avanzó a otro grado en el nivel de la violencia, donde la crueldad de sus agresiones va desde el uso de tecnologías para atacar hasta desmembrar a sus víctimas como ya lo habíamos visto hace tiempo, cuando el grupo delictivo Cártel Caborca se estaba defendiendo lo que decía era su territorio.
Hoy pasan los años, y quiénes vivimos en ésta zona en guerra vemos como cientos de familias de forma inocente o no, han perdido en el gran Desierto de Sonora a sus familiares, lamentablemente se ha convertido en el gran cementerio.
Lo que es cierto es que a los gobiernos, les ha quedado grande la estrategia y respuesta de los grupos delictivos que operan en la zona, dónde no existe una coordinación real, expedita y con resultados palpables, sólo triunfos medianos cuando anuncian decomiso de autos abandonados o detención de personas después de que se volcaron o se los encontraron de pura “casualidad”
Y se encuentra tan dañada la imagen de nuestro estado y de zonas que siguen en guerra como la nuestra, que los agricultores, ganaderos, empresarios y los propios gobiernos locales, son incapaces de seguir promoviendo nuestro municipio como un lugar de oportunidades económicas a pesar de que todo se tiene aquí, pero no hay garantía de que se proteja la vida ante un hecho violento o un fuego cruzado, y acaba con cualquier sueño de prosperidad.
Nadie habla ya de los ranchos que se han quedado solos, de los ejidos que fueron abandonados y de las familias que se han ido porque fueron despejados de sus bienes bajo la complicidad del propio gobierno y la voracidad de las bandas delictivas, quienes no tienen ninguna restricción para su avance.
Nos estamos quedando sin capacidad de asombro, donde hemos normalizado las balaceras, los levantones y los hallazgos de cementerios clandestinos como algo de todos los días…