Hace ya algunos años que en el tema de nutrición y salud se dejó de buscar el alimento “milagroso”; es decir, ese alimento que por sí solo pudiera contener todos los nutrientes que necesitamos. Fue así que se empezó a estudiar la alimentación en su conjunto y surgieron los llamados patrones dietarios.
En ese contexto, en la Coordinación de Nutrición del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) se estudió el patrón dietario sonorense y su influencia en el cáncer de mama, observándose que el tipo de alimentación que en promedio tienen las mujeres que residen en esta entidad, es un factor de riesgo para la neoplasia.
De acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer (EE.UU.), la neoplasia es una “masa anormal de tejido que aparece cuando las células se multiplican más de lo debido o no se mueren cuando deberían. Las neoplasias son benignas (no cancerosas) o malignas (cancerosas). Las masas benignas a veces crecen mucho, pero no se diseminan y tampoco invaden los tejidos cercanos ni otras partes del cuerpo. Las masas malignas suelen diseminarse o invadir los tejidos cercanos, y también es posible que se diseminen a otras partes del cuerpo a través de la sangre y el sistema linfático. También se llama neoplasma o tumor”.
En los estudios del CIAD se ha observado que la alimentación en Sonora se compone, principalmente, por un alto contenido de grasas, sobre todo las de origen animal, altas cantidades de manteca o aceite al cocinar los alimentos, un consumo elevado de carnes rojas y pollo que se preparan a través de freído o asado intenso, así como un consumo bajo de frutas y vegetales.
Este tipo de alimentación representa uno de los varios factores (estilo de vida sedentario, sobrepeso, consumo de sustancias nocivas, historial de cáncer familiar, etc.) que pueden abonar a que el cáncer se presente por primera vez o a que exista una recurrencia de la enfermedad.
Es por lo anterior que las organizaciones de cáncer a nivel mundial han recomendado que tanto mujeres como hombres procuren mantener una dieta balanceada que incluya una alta ingesta de alimentos ricos en fibra, al menos tres porciones de vegetales y dos de frutas en el día; así como preservar un peso corporal adecuado y realizar actividad física diariamente; todo esto con la finalidad de disminuir el riesgo de cáncer de mama.
Recordemos que una alimentación variada y balanceada, cuidando las porciones que consumimos, y el llevar a cabo algún tipo de actividad física, como caminar al menos media hora por día o dos horas y media por semana, puede ayudar a prevenir distintas enfermedades, como el cáncer mamario, y mejorar nuestra salud en general.
Colaboración de Abril Meza Pérez, estudiante de la Maestría en Ciencias, y Graciela Caire Juvera, investigadora de la Coordinación de Nutrición del CIAD.