Francisco Garduño, y a otros funcionarios de la ONU y la OIM, las organizaciones denuncian que las personas que se anunció como rescatadas volvieron a estar en manos de los coyotes que las trasladaban.
“El 12 de abril de este año, se dio a conocer en medios de comunicación el rescate en San Pablo del Monte, Tlaxcala, de un grupo de 138 personas migrantes privadas de su libertad por un grupo de “coyotes” que las maltrataban y mantenían incomunicadas”, dice la carta.
“Es del conocimiento de las organizaciones firmantes que, pese a la intervención de las autoridades, personas que integraban dicho grupo siguen en tránsito por México bajo el control de los “coyotes”, en condiciones que podrían poner en riesgo su integridad física y emocional”, continúa.
Por eso, las organizaciones piden al INM que aclare el paradero de estas personas y les garantice su seguridad y acceso a la justicia.
Entre los firmantes se encuentran la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho, la Pastoral de Movilidad Humana , el Comité de familiares de migrantes desaparecidos de El Progreso COFAMIPRO, Asylum Access, el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova o el albergue Tochán-Nuestra Casa.
Esta denuncia permite ver una práctica que el INM viene realizando en las últimas semanas. Atrapa a grupos en zonas del norte, como Tlaxcala y Tamaulipas, y los envía a Veracruz. Como muchos son familias con menores de edad, que no pueden ser encerrados en centros de detención, los agentes los dejan rápidamente en libertad con un oficio de salida en los que les instan a abandonar el país en un plazo de 15 días. Es decir, imponen una especie de autodeportación sin efecto práctico, ya que los migrantes, que están en situación irregular, pueden obedecer o retomar la ruta hacia el norte.
En el caso de los 136, fueron detenidos en una casa en Tlaxcala. Entre ellos se encontraban también los polleros, las personas que hacen de guía hasta el norte. Sin embargo, no fueron detenidos, sino que los trasladaron a Acayucan con el resto del grupo. De ahí, como no podían ser encerrados, se trasladaron a Oluta, municipio ubicado a 3 kilómetros y donde se ubica un albergue gestionado por la iglesia católica.
Fuentes de este albergue explicaron que ellos reciben a las personas que llegan pero que, en general, solo se quedan quienes solicitan asilo. El resto, descansa y retorna a su país o vuelve a hacia el norte. Eso fue lo que hizo este grupo, que todavía se encontraba bajo el control de los coyotes. Así que se marcharon y ahora se encuentran en paradero desconocido.