Las autoridades de Arizona han detenido hoy a uno de los más estrafalarios participantes del asalto contra el Capitolio de Estados Unidos, un individuo conocido como Jake Angeli, el sublevado que irrumpió en el edificio con el pecho descubierto y tocado con pieles de bisonte y un casco con cuernos de vikingo o bisonte.
Actor de profesión, Angeli había sido rápidamente identificado en las redes sociales como participante en los hechos. Se le conoce como “Q-Shaman”, por su aire de hechicero y su afición a Qanon, el movimiento que defiende la existencia de una conspiración mundial para encubrir una red de tráfico sexual de menores al servicio de los demócratas.
Horas antes de ser detenido por orden del FBI, Jacob Anthony Chansley, como en realidad se llama, dio una entrevista al portal Vice en la que asegura que no se arrepiente de nada y no está preocupado por las consecuencias de sus actos. Asegura que fue él quien contactó al FBI. “Estoy muy orgulloso de mi participación”, sostiene. “Creo que fui un observador de la historia conforme ocurría delante de mis ojos”.
Angeli está acusado de entrar ilegalmente en un edificio oficial, comportamiento violento y desórdenes. Estos cargos contra se suman a los presentados por el FBI contra alrededor de 50 individuos en los últimos días en varios puntos del país. Entre los detenidos, destacan dos de los vándalos que arrasaron las dependencias de la presidenta de la Cámara Baja, la demócrata Nancy Pelosi.
En las fichas policiales, aparecen serios y afeitados. En las fotos que hicieron famosos a los dos hombres, en cambio, ambos lucían barba. Pero el súbito cambio de look no ha impedido que el FBI identificara como sospechosos a Richard Barnett, de Arkansas, que posó sonriente para varios fotógrafos con los pies encima del escritorio de Pelosi. Tampoco a Adam Johnson, residente en Florida sospechoso de ser el individuo que aparece en diferentes fotos llevándose el atril de la demócrata.
Como Barnett, también se dio a conocer ante el mundo con una enorme sonrisa, aparentemente despreocupado por las consecuencias de sus actos. Fueron sus vecinos quienes identificaron a Johnson. Como muchos otros simpatizantes del presidente, también habían dejado abundante rastro en las redes sociales de su participación en la manifestación y el asalto a la cámara legislativa de EE.UU.
La aventura puede salirles cara. Una ley aprobada el año pasado por el presidente Donald Trump a raíz de la destrucción de estatuas en varias ciudades del país castiga con hasta 10 años de cárcel la destrucción de propiedad federal. Las autoridades investigan ahora el destino de material sustraído del Capitolio, desde equipos informáticos a mobiliario o el letrero de la oficina de Pelosi. Aunque pueden tener prisa por deshacerse de él, al mismo tiempo, ahora es material histórico y podrían querer sacarle provecho en el mercado negro.
El FBI ha presentado cargos contra unas 50 personas por su supuesta participación en los hechos. “Aunque te hayas ido de Washington, todavía puedes esperarte que llamemos a tu puerta si descubrimos que participaste en actividades criminales en el Capitolio”, ha advertido Steven D’Antuono, miembro de la oficina local del FBI