Desde hace meses Jill Biden recorre sin pausa los Estados Unidos con un mensaje: solo Joe Biden es capaz de unir a un país dividido al extremo. Y su energía y mensaje optimista es apreciado por electores demócratas, pero también por algunos republicanos.
Con un vigor que con frecuencia sobrepasa al de su marido -quién desde hace tiempo limitó sus desplazamientos de campaña-, esta profesora de 69 años ha visitado de manera incansable los estados clave del país de cara a la elección del 3 de noviembre.
Jill Biden, nacida el 3 de junio de 1951 en Hammonton, Nueva Jersey, ha llamado insistentemente durante la campaña a “demócratas y republicanos, rurales y urbanos” a unirse para superar las divisiones políticas, derrotar la pandemia y la crisis económica.
“No estamos de acuerdo en todo, no es necesario, aún así podemos querernos y respetarnos los unos a los otros”, ha afirmado, durante discursos que parecen estar en las antípodas de las diatribas de Donald Trump.
Pero el importante rol que ha desplegado Jill durante la campaña electoral supera por mucho a sus discursos: ella es capaz de mostrar una imagen más íntima de Joe Biden, cuya vida ha recibido los golpes de “tragedias inimaginables”.
Jill Biden ha relatado cómo su marido y ex vicepresidente de Barack Obama consiguió la fuerza para retomar sus actividades en la Casa Blanca, solo unos días después de la muerte de su hijo Beau, en 2015. Beau seguía los pasos de su padre en la política, hasta que a los 46 años sucumbió a un cáncer cerebral. Fue él quien lo convenció de volver a intentar la carrera por la presidencia, cuando todavía era vice.
“Aprendió cómo sanar una familia rota, y de la misma manera se sana a una nación, con amor, comprensión, pequeños actos de bondad, valentía y una esperanza inquebrantable”, dijo, en referencia a las crisis que golpean a Estados Unidos debido a la pandemia y las tensiones que se acumulan tras cuatro años de gobierno del magnate republicano.
Joe y Jill Biden se casaron en 1977, cinco años después de una primera tragedia, cuando una semana antes de la Navidad de 1972 la primera esposa del senador y la hija pequeña de ambos fallecieron en un accidente: su camioneta chocó contra un camión. Los dos hijos varones quedaron mal heridos. El senador más joven electo hasta ese momento juró su banca en el hospital donde cuidaba a los pequeños sobrevivientes de lo que había sido su familia.
Joe y Jill Jacobs, una estudiante de la universidad de Delaware, se habían conocido tres años después del fatídico accidente. Según ella, Biden le propuso matrimonio cinco veces antes de que ella aceptara. Tras su matrimonio tuvieron una hija, Ashley, en 1981. Aunque Jill nunca adoptó legalmente a Beau y Hunter, los crió como sus propios hijos.
Todavía pequeños, sus dos hijos varones, Beau y Hunter, le sugirieron a su padre casarse con Jill, recordó Joe Biden en sus memorias, donde escribió: “Ella me devolvió la vida”.
“Es la persona más fuerte que conozco”, dijo Joe más recientemente en un video durante la convención demócrata en agosto.
Una primera dama del siglo XXI
Jill Biden interrumpió brevemente su carrera cuando tuvo a su hija Ashley, pero luego retomó sus estudios para obtener, en 2007, un doctorado en educación, con una tesis centrada en la retención de jóvenes en escuelas comunitarias. Por eso, prefiere ser llamada doctora Biden, en lugar de miss Biden, mientras continúa con sus clases en una universidad del norte de Virginia, cerca de Washington, donde quiere continuar trabajando incluso si durante la presidencia de su marido.
Tomando ese dato y sin contar a Hillary Clinton -que fue brevemente senadora tras el gobierno de su esposo- Jill Biden será la primera primera dama en proseguir su carrera profesional. Si lo hace, “cambiará para siempre las expectativas y limitaciones” del rol, estimó Kate Andersen Brower, autora de un libro sobre la historia de las primeras damas estadounidenses, subrayando que “la mayoría de las estadounidenses deben conciliar la vida profesional con la familiar”.
En el año 1993, después de que cuatro de sus amigas fueran diagnosticadas con cáncer de mama, Jill Biden inició la “Biden Breast Health Initiative” en Delaware, que ha educado a más de 10 mil niñas de secundaria sobre la importancia de la detección temprana del cáncer de mama.
Durante los ocho años que fungió como “segunda dama” de 2009 a 2017, Jill se enfocó en programas de ayuda para las familias de los soldados, promovió la educación superior y fue una de las principales promotoras de la educación para niñas y mujeres en todo el mundo. En ningún momento dejó sus clases en la universidad.
En efecto, Jill dedicó una gran parte de su vida concientizando a los hijos de militares enviados al extranjero sobre el trabajo de sus padres e incluso escribió el libro Don’t Forget, God Bless Our Troops, en el que narra la experiencia de su nieta, Natalie.
En simultáneo a su carrera como profesora, Jill incursionó en el mundo de la literatura. Ha publicado varios libros, incluyendo uno para niños.
Antes de mudarse a Washington, D.C., era maestra de Lengua y Literatura en una universidad y en simultáneo trabajaba en una preparatoria y en un hospital psiquiátrico para adolescentes.
Durante los últimos meses, Jill Biden ha estado fuertemente involucrada en la campaña de Joe desde las primarias. Hasta tal punto fue así que el candidato demócrata tomó por costumbre presentarse, bromeando, como “el marido de Jill Biden”.
Sólidamente al lado de su marido, denunció las “calumnias” lanzadas por el bando de Trump para “distraer la atención”, en relación a las acusaciones recientes de corrupción contra Joe y Hunter, el hijo menor envuelto en polémica por sus negocios en China y Ucrania cuando su padre era número dos de Barack Obama.
Sin embargo, optó por el silencio ante la acusación de violación en los años 90 hecha por una mujer, Tara Reade, que Joe Biden ha categóricamente negado.
Al respecto de los derechos reproductivos y del aborto, amenazado tras los cambios operados en la Corte Suprema tras el paso de Trump por la presidencia, no se conoce opinión alguna de Jill, pero se cree que es similar a la de su marido, que es favorable a la libre elección de las mujeres, más allá de su fe católica.
El senador por tres décadas y vicepresidente por ocho años (2009-2017) también fue denunciado por tener una relación de mucho contacto con las mujeres, que se quejaron de gestos muy invasivos. Sobre ese tema, Jill Biden si ha dicho que cree que se trata un comportamiento inocente de su marido, quien, por su lado, admitió haber “aprendido” de las declaraciones de esas mujeres que consideraron su espacio privado invadido.
En cierta manera, varios analistas han considerado que Jill es la parte más progresista de un matrimonio que representa al “establishment” del partido demócrata. Es ella quien realmente viene de clase media (hija de un empleado de banco y un ama de casa), y fue también la que entendió enseguida el nuevo modelo de familia al casarse en 1977, en segundas nupcias, tras su matrimonio de seis años con Bill Stevenson, con el viudo Joe Biden. Pero en la Casa Blanca es donde Jill finalmente se pondrá a prueba.