Desde que desapareció su hija Fernanda, Nora Lira desarrolló sus sentidos mucho mejor, en especial su olfato, y con su capacidad exacerbada para reconocer cuerpos en descomposición localizó los restos de su “pequeña” de 17 años, el pasado dos de octubre, dos años después de que dejara de verla.
Los restos fueron encontrados en una fosa clandestina; Nora identificó la ropa interior de su hija, el pantalón, la blusa y una pulsera verde que Fernanda siempre portaba en su brazo derecho.
Nora y un grupo de 20 mujeres, madres, hermanas, tías y esposas de personas desaparecidas, han logrado el hallazgo de Fernanda y de otros 50 restos en los últimos dos años, “años en los que ha explotado la violencia y dónde han desaparecido por lo menos 500 personas, solo aquí en Obregón”, explica Nora.
“Este año han crecido muchísimo las denuncias, son demasiadas; es un problema que no se quiere ver. Están desapareciendo mujeres, jóvenes con un futuro por delante y no tenemos idea del por qué, son personas que no andaban mal, que no hacían nada a nadie”.
Las Rastreadoras de Obregón se integraron en febrero de 2018, unos meses después de que Fernanda desapareciera.
Nora sumó a otras mujeres que, cómo ella, no recibieron apoyo de las autoridades locales ni federales para la búsqueda de sus familiares. En abril de 2018, Blanca Hermosillo, comerciante, se sumó al colectivo, luego de que su hijo Tomás desapareciera.
La última vez que lo vieron fue a bordo de un auto con personas desconocidas cerca del lugar donde vivía. Ese mismo mes, Las Rastreadoras localizaron un predio a las afueras de la ciudad con 38 cuerpos sepultados en fosas clandestinas. El hallazgo sentó precedentes.
Luego de esto, el colectivo ha localizado al menos, 50 cuerpos en numerosas fosas en la ciudad. La Fiscalía del Estado de Sonora notificó a Blanca, cuatro meses después del hallazgo, que uno de los restos correspondía al de su hijo Tomás.
“Yo nunca me imaginé, me dijeron que el ADN había sido positivo, cosa que también no me quedó claro porque cuando a mi me hablaron, pedí que me enseñaran el ADN y no fue así, tampoco me enseñaron el cuerpo”, cuenta Blanca desde su casa en Obregón, donde vive con otro de sus hijos y su nieta de meses de nacida. Por falta de pruebas, Blanca se ha mantenido en el colectivo, con la esperanza de que su hijo aparezca en otras condiciones que no sea “en huesitos como me lo dieron”.
El hallazgo de 38 cuerpos dejó en el grupo habilidades únicas: “Podemos saber, después de ello, dónde hay cuerpos enterrados solo por el olor, es un aroma inconfundible, único y también indescriptible”, cuenta Blanca.
El grupo sale de dos a tres veces por semana a búsquedas y la mayoría de ellas han improvisado sus atuendos con guantes navideños, sombreros de expedición y cubrebocas de tela.
“Metemos la varilla; si ésta se hunde -no tiene por qué hundirse- la sacamos y la olemos; y si huele, ya sabemos el olor, empezamos a escarbar, es porque sí hay un cuerpo”, explica Josefina, otra de las mujeres que busca a su hija desde hace un año.
El registro nacional de fosas clandestinas presentado por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaria de Gobernación, señala que de 2006 a la fecha se han encontrado más de 4 mil fosas en todo el país, 143 de ellas han sido localizadas en Sonora, en los últimos cuatro años, lo que ubica a la entidad entre los diez estados con más hallazgos.
Pero las rastreadoras y colectivos de personas desaparecidas en Obregón y otros municipios de Sonora, como Cajeme y Hermosillo, denuncian que estas cifras están lejos de la realidad con la que ellos se han encontrado.