Un hombre ha fallecido tras recibir un disparo en el pecho en Portland (Oregón) a primera hora de la noche del sábado, después de una tarde de enfrentamientos en las calles de la ciudad entre manifestantes por la justicia racial y miembros que una caravana de centenares de vehículos de seguidores del presidente Donald Trump.
El fallecido, según Associated Press, llevaba una gorra con el logo de Patriot Prayer, un grupo local de ultraderecha que ya en ocasiones anteriores había tenido enfrentamientos con los manifestantes que llevan tres meses, desde la muerte del afroamericano George Floyd en manos de la policía en Minneapolis, protestando en Portland contra la violencia policial y por la justicia racial. La policía no ha hecho pública la información sobre la identidad del fallecido ni la del autor del disparo.
Según el comunicado difundido por la policía de Portland, la “caravana de cientos de vehículos” se extendía a lo largo de “varias millas” cuando entró en Portland pasadas las 17.30 del sábado. En las calles de la ciudad, explica la policía, “peatones y ocupantes de los vehículos intercambiaron palabras periódicamente y, en ocasiones, se produjeron peleas”. La policía realizó nueve detenciones, según explica en el comunicado, con acusaciones que van de la conducta alborotadora a posesión ilegal de armas.
Asegura el comunicado policial que, para las 20.30, “la caravana de vehículos se había ido del centro de la ciudad”. A las 20.46, agentes de la policía escucharon disparos. Llegaron a la escena “en un minuto” y encontraron a un grupo de personas alrededor de un hombre tendido en el suelo. “El hombre había recibido un disparo, y no sobrevivió”, dice el comunicado.
A political rally is caravanning throughout downtown Portland. There have been some instances of violence between demonstrators and counterdemonstrators. Officers have intervened and in some cases made arrests.
— Portland Police (@PortlandPolice) August 30, 2020
La muerte del hombre se produce al final de una semana particularmente convulsa en este verano en que las protestas por la justicia racial han recorrido diversas ciudades de Estados Unidos. El pasado domingo en Kenosha, una localidad de 100.000 habitantes del sureste de Wisconsin, en el Medio Oeste, un policía disparó repetidamente por la espalda a un ciudadano afroamericano, Jacob Blake, que sigue hospitalizado. El episodio desató las protestas en la ciudad en nombre del movimiento antirracista Black Lives Matter. Desencadenó también una histórica movilización de deportistas profesionales que llevó a la cancelación de numerosos partidos en diversas ligas, desde la NBA, hasta el béisbol, el fútbol o el tenis. Las protestas en Kenosha adquirieron un tinte violento las primeras tres noches, con coches quemados y comercios saqueados. Acudieron milicias vecinales armadas para proteger la ciudad y enfrentarse a los manifestantes y, la noche del martes, un joven de 17 años abrió fuego con un fusil de asalto y está acusado de matar a dos personas.
Los incidentes se producían tres meses después de que la muerte de George Floyd en Minneapolis, ahogado por un policía que le presionaba el cuello con la rodilla mientras la víctima le decía que no podía respirar, como se ve en un vídeo que dio la vuelta al mundo, desatara una ola de protestas por todo el país. Una movilización de una envergadura no vista desde la explosión de la lucha por los derechos civiles en los años 60 del siglo pasado.
La ola de protestas, que se produce en un país extremadamente polarizado y con elecciones en noviembre, dio lugar a compromisos de reformas en la policía en diversas ciudades, y fue remitiendo con el transcurso de los meses. Pero en Portland las protestas han seguido, aunque variando en intensidad. La situación había remitido casi completamente en julio, cuando Trump decidió enviar fuerzas federales a la ciudad. Las imágenes de agentes deteniendo a manifestantes por las calles de la ciudad encendieron las redes sociales, provocaron la indignación de los demócratas, que hablaron de secuestros extrajudiciales, y se reactivaron las protestas.
El presidente Trump ha utilizado reiteradamente la ciudad como ejemplo de la necesidad de más mano dura con las protestas, y de cómo los demócratas, que gobiernan la localidad y el Estado, no son capaces de mantener el orden. El mismo jueves, en el discurso en el que aceptó la nominación oficial como candidato a la reelección al cierre de la Convención Nacional Republicana, volvió a acusar a las autoridades de la ciudad de ser incapaces de controlar la situación.
Este domingo el presidente Trump ha vuelto a tuitear sobre las protestas, criticando a las autoridades demócratas de Portland y pidiendo “ley y orden”. Lo que ha pasado en Portland, ha tuiteado el presidente, “no puede ser inesperado después de 95 días viendo a un alcalde incompetente admitiendo que no tienen ni idea de lo que está haciendo”. “La gente de Portland no va a seguir tolerando la falta de seguridad. El alcalde es un TONTO. ¡Llevad a la Guardia Nacional!“, ha añadido, en un hielo de tuits a primera hora de la mañana.
La directora adjunta de la campaña del demócrata Joe Biden, Kate Bedingfield, ha acusado este domingo a Trump de incitar a la violencia. “Ha animado a sus seguidores a salir, a ser agresivos”, ha dicho Bedingfield en Fox News. “Es mejor para este presidente si hay más anarquía, más violencia, más caos. En cada oportunidad que ha tenido, ha agitado las llamas”.
El presidente ha convertido el mensaje de ley y orden en su gran baza electoral. Deseoso de desviar la conversación de su gestión de la pandemia del coronavirus, que aún golpea con fuerza al país y que ha arrollado un vigor económico que el presidente esperaba que le garantizaría la reelección, Trump ha encontrado en la mano dura policial un argumento que espera le ayude a llegar a los votantes moderados que se le escapan. Los demócratas, por su parte, han hecho suya la causa de la justicia racial y condenan los incidentes violentos, pero tratan de no meterlos en el mismo saco que las protestas pacíficas.