El papa Francisco inició el proceso de canonización del misionero italiano Eusebio Francesco Chini, el padre Kino (1645-1711), de quien elogió sus “virtudes heroicas” y conocido por su trabajo por los indígenas de Norteamérica.
El pontífice autorizó el viernes al prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Angelo Becciu, a promulgar el decreto de apertura del proceso, informó este sábado la Santa Sede en un comunicado.
El misionero jesuita nació el 10 de agosto de 1645 en Segno, en Italia. Muy joven fue enviado por sus padres a estudiar con los jesuitas y tras recuperarse de una grave enfermedad decidió ingresar a la orden de San Ignacio de Loyola.
El padre Kino, explorador, científico, cartógrafo, astrónomo e historiador, llegó a México en 1680 y viajó después a Sonora y al sur de Arizona, en los actuales Estados Unidos.
Allí construyó misiones, introdujo la ganadería y métodos de cultivo modernos y en 1700 fundó la misión de San Xavier del Bac en el Río Santa Cruz, cerca de lo que hoy es Tucson como parte de una red de 20 misiones entre Sonora, Arizona y California.
El misionero murió el 15 de marzo de 1711 en el pueblo de Santa María Magdalena, hoy conocido como Magdalena de Kino en Sonora, donde fue sepultado.
Por casi 250 años antropólogos e historiadores buscaron el lugar donde reposan sus restos y no fue hasta el 19 de mayo de 1966 que fueron encontrados bajo la plaza de las armas del pueblo de Magdalena de Kino, donde se erigió un mausoleo.
El inicio del proceso de canonización de este jesuita explorador llega después de las protestas contra las estatuas de colonos y personajes históricos en Estados Unidos, como el misionero Junípero Serra (1713-1784), que operó en California.
El camino hacia la santidad tiene varias etapas: la primera es ser declarado venerable siervo de Dios (como ha ocurrido ahora con el Padre Kino) la segunda beato y la tercera santo.
Venerable Siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce “haber vivido las virtudes de manera heroica”.
Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado, hecho santo, se precisa un segundo milagro obrado “por intercesión” después de ser proclamado beato.