Espeleólogos y buzos encontraron en la Península de Yucatán algunas de las minas de ocre más antiguas del continente, que explicarían la presencia de esqueletos antiguos en los pasadizos laberínticos de los cenotes ahora sumergidos. Hace unos meses fueron habilitados y rescatados diversos cenotes en Yucatán.

Desde el hallazgo de restos de esqueletos como el de ‘Naia’, una joven que murió hace 13 mil años, los arqueólogos se preguntan cómo fueron a parar a los socavones, que entonces estaban secos. También hace unas semanas el INAH descubrió dos especies de animales nuevas en Quintana Roo.

Hace 8 mil años, el alza del nivel del mar inundó los sumideros, llamados cenotes, cerca de Tulum.

¿Habían caído en ellas esos habitantes o habían bajado intencionalmente en busca de refugio, alimentos o agua? Se han encontrado restos de nueve esqueletos humanos en los cenotes, cuyos pasadizos submarinos y estrechos apenas dejan pasar un cuerpo.

Descubrimientos recientes de unos 900 metros de minas de ocre sugieren que tenían otro atractivo.

El descubrimiento de restos de fogatas encendidas por el hombre, escombros de minería, herramientas sencillas de piedra y excavaciones indican que los seres humanos penetraron en las cuevas hace 12 mil años en busca de ocre, ese mineral rojo rico en hierro que los pueblos originarios de América apreciaban por su valor decorativo y ritual.

Esos pigmentos se usaron en pinturas y arte rupestre, tumbas y otras estructuras de los pueblos paleolíticos de todo el mundo.

“Si bien Naia permitió comprender mejor la ascendencia, crecimiento y desarrollo de estos americanos primitivos, no se sabía bien por qué ella y sus contemporáneos se arriesgaron a penetrar en el laberinto de cuevas”, escribieron investigadores del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo (CINDAQ).

Se había conjeturado sobre las causas que los llevaron a penetrar en lugares tan complejos y de navegación tan difícil, como refugios temporarios, agua fresca o el entierro de restos humanos, ninguna de las conjeturas previas estaba respaldada por la evidencia arqueológica”.

“Ahora, por primera vez, sabemos por qué la gente de esa época afrontaría el enorme riesgo y esfuerzo de explorar estas cuevas traicioneras”, dijo el fundador del CINDAQ, Sam Meacham. Una de las razones, dijo, era la búsqueda y extracción del ocre rojo.

Sin embargo, James Chatters, antropólogo forense, arqueólogo y paleontólogo de la firma consultora Applied Paleoscience de Bothell, Washington, observó que ninguno de los restos humanos premayas en las cuevas fue hallado directamente en las zonas mineras.

El arqueólogo Spencer Pelton, de la Universidad de Wyoming, ha excavado una mina de ocre un poco más antigua en el sitio Powars II cerca de Hartville, Wyoming.

Pelton coincidió en que el ocre tenía un fuerte atractivo para los primeros habitantes del continente americano.

La extracción del ocre rojo “parece ser muy importante durante el primer período de la colonización humana… se encuentra en herramientas, pisos y lugares de caza”, dijo Pelton. “Es una sustancia de gran poder. A todos les gustan los objetos rojos que brillan”.

“Les da una razón para bajar a las cuevas. Teniendo en cuenta la escala masiva de esta extracción, es lo primero que investigaría”, dijo.

Las cuevas constituyen un ambiente bien conservado y donde se ha encontrado uno de los restos humanos más antiguos del continente, la joven apodada “Naia”.

Chatters dijo que Naia “probablemente murió al caer 30 metros desde el túnel oscuro de la cueva” al piso de una cámara inferior.