Por: Luis Roberto Castrillón | Verificado

En tiempos de crisis sanitaria como la que vivimos hoy en el mundo ante el contagio de covid19, la distorsión sobre la información conocida sobre el virus que la causa, sars-cov2, así como la interpretación engañosa de la misma son indirectamente un riesgo para la vida de las personas.

Entre el continuo flujo de información sobre la enfermedad y el virus, desde que fue detectado y caracterizado en diciembre de 2019, destacan cuatro ejemplos del ejercicio de irresponsable del periodismo que ningún medio o profesional de esta disciplina debería permitirse si en verdad comprende el impacto que sus publicaciones pueden tener en la vida de su audiencia.

Antes de detallarlos, hago un breve paréntesis para señalar algo de forma tajante: al igual que en la comisión de delitos debemos evitar en estos casos caer en la estigmatización o descalificación de la víctima, en este caso de la audiencia que pueda creer en los contenidos que expondré y tomarlos como base de sus decisiones, exponiendo sus vidas y las de otros.

No se trata “tontos y crédulos” –permítanme el eufemismo-, se trata de un medio periodístico, o de un o una periodista irresponsable, es decir, siguiendo la comparación anterior, del victimario. La responsabilidad en un delito es de quien comete el acto, no de quien se ve enfrentado a este. La responsabilidad es del medio, del o la periodista, no de la gente que lo lee, escucha o sigue.

Primer caso: del expresidente de la Comisión Bancaria y de Valores en México que se asume inmunólogo y epidemiólogo. En Aristegui Noticias

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“Probablemente el clima y las condiciones en las que hemos vivido la mayoría, ha generado sistemas inmunológicos más fuertes. Esto me gustaría que los expertos en salud, que los hay en México, lo analicen a fondo porque no hay una correlación entre el número de infectados y las muertes”, aseguró Eduardo Fernández Garza durante una entrevista con la periodista Carmen Aristegui, el 23 de marzo pasado.

Sin ningún criterio de especialización editorial o periodística, Aristegui valida tal afirmación al publicarla. La periodista deja a un lado el rigor para dejar pasar la nota llamativa, la opinión especulativa sin sustento alguno, sin base científica alguna, proveniente además de una persona que carece de la mínima acreditación para emitir un juicio como el que expresa.
Y además, se recurre a esa misma expresión para titular la nota: “Baja mortalidad en México podría deberse a inmunidad colectiva”.

Segundo caso: del periódico y del empresario que sesgan información al asegurar que el sars-cov 2 y la enfermedad que produce, covid19, “no son mortales”.

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“No te asustes: Coronavirus ¡no es letal!” “Estudio en Italia demuestra que 99% de los fallecidos por covid19 tenían otras enfermedades”. Así titula una nota y redacta en una bajada posterior al encabezado el diario El Horizonte, de Nuevo León, el día 22 de marzo pasado.

“Así como la gripe no mata, el coronavirus, que es una gripe muy contagiosa, tampoco mata”, señala en su primer párrafo para luego distorsionar en el resto de la nota un estudio realizado en Italia que expone cómo otras enfermedades crónicas que afectaban a los enfermos de covid19 y que agravan la infección, han sido identificadas en la mayoría de los casos.

La información pública al respecto ha sido muy clara: aquellas personas con comorbilidades, es decir otros padecimientos crónicos como cáncer, diabetes, problemas cardiovasculares o hepáticos, así como personas inmunosuprimidas, tienen mayor riesgo de morir porque su sistema inmunológico carece de la fuerza suficiente para enfrentar el daño que produce el virus.

Aun cuando el estudio es claro en lo señalado en el párrafo anterior, el diario sigue la misma línea del empresario Raúl Salinas Pliego, presidente del Grupo Salinas, quien con argumentos similares se refirió al tema en una reunión con directivos de la empresa y que fueron difundidos en una nota a través del noticiario Hechos, de TV Azteca.

Tanto el empresario como el periódico distorsionan datos reales y los usan a modo en un discurso que menosprecia el conocimiento sobre la enfermedad y establece su propia interpretación.

Tercer caso: la amplia diversidad de medios que han publicado como investigaciones finalizadas y como hechos indudables que la infección por sars-cov2 puede causar la pérdida del olfato y el gusto, y la supuesta fórmula que combina medicamentos antimaláricos (hidroxicloroquina y azitromicina) como cura efectiva para covid19.

Ambos temas publicados provienen de dos investigaciones que están lejos de ser concluyentes.

En el primer caso, la investigación puede remontarse a un estudio de 2008, sobre el impacto del virus causante del SARS que causó la muerte de 770 personas en 2003, encabezado por el inmunólogo Stanley Perlman. En el estudio, Perlman identificó en ratones de laboratorio los efectos del virus sars-cov que la muerte de los ejemplares se debía a la disfunción o daño de neuronas infectadas, es decir que el daño también se extendía a nivel cerebral.

Posteriormente, un artículo revisado por pares y publicado el 27 de febrero pasado, el investigador de la Universidad de Jilin, en China, Yan-Chao Li, argumenta –a partir de su investigación- que si el sars-cov2 infecta células nerviosas, principalmente algunas del área cerebral que sirve como control central de las funciones cardiacas y respiratorias, el daño producido puede contribuir al síndrome de fallo respiratorio agudo en pacientes con covid19

Una investigación más, encabezada por Abdul Mannan Baig, de la Universidad Aga Khan, de Pakistán, y publicada el 13 de marzo pasado por la Sociedad Americana de Química, en el área de Neurociencia Química, expone otra investigación en la que se explora el efecto dañino del virus sars-cov2 en el tejido neuronal y cómo está relacionado con la génesis de la enfermedad y la morbilidad o mortalidad de las personas enfermas con covid19

Si bien las tres investigaciones guían en un mismo punto, ninguna es concluyente y las últimas dos, centradas en el agente viral que causa la actual pandemia, dejan claro en las publicaciones que hace falta realizar más estudios.

El problema con las notas periodísticas que han tomado estas u otras referencias sin tomar en cuenta el “no son concluyentes” es que desvían el hecho relacionado de la falta de olfato o el gusto con la posible causa de la pérdida de esos dos sentidos: el daño neuronal que podría estar causando en los pacientes y que podría estar relacionado con la gravedad y la mortandad del covid19 y que, eventualmente, de conocerse con certeza, podría orientar la búsqueda de una cura efectiva.

Esto nos lleva a la combinación de los medicamentos para combatir la malaria. Las primeras investigaciones al respecto provienen de un grupo de 15 estudios clínicos realizados en China y que se usaron como recomendación en la “Guía de prevención, diagnóstico y tratamiento de la neumonía causada por covid19”. A la fecha los estudios no han reportado resultados sobre su efectividad o contraindicación. De hecho, seis ya han sido cancelados.

Una más proviene de un estudio de origen francés difundido el 19 de marzo pasado, pero que ha sido duramente criticado por sus limitaciones metodológicas. Es decir, que existen severas dudas sobre el procedimiento seguido por quienes lo encabezaron, los investigadores Phillipe Gautret y Didier Raoult.

Pese a que es público que los estudios no son concluyentes, la noticia sobre estas supuestas curas generó que el público realizara compras masivas de medicamentos basados en hidroxicloroquina, conocida comercialmente como Plaquenil, con la esperanza de prevenir la infección o curarse en caso de adquirirla.

El problema es que el Plaquenil se utiliza como tratamiento para padecimientos como lupus y otras enfermedades autoinmunes, y resultado de esa compra masiva se generó un desabasto del medicamento que pone en riesgo la vida de estas personas, además de aquellos que decidan automedicarse con un tratamiento cuya efectividad no ha sido probada bajo estrictos parámetros y protocolos de investigación.

Cuarto caso: el periódico que confía ciegamente en su audiencia y que cree poseer las herramientas científicas y de protocolo para validar casos de contagio de covid19 tan solo recibiendo una notificación a través de mensajes vía Internet.

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La semana pasada, el periódico El Norte, de Nuevo León, informó a los lectores que pondría a disposición de ellos una línea para que reporten si están enfermos de covid19. La apuesta del periódico era demostrar que los gobiernos federal y estatal ocultan cifras sobre el contagio… a través de reportes directos de la ciudadanía.

La pregunta siguió en el aire: ¿cómo valida El Norte los reportes? ¿cómo evitar los falsos positivos que podrían estar enviándole incluso en broma quienes entran a su sitio a reportarse enfermos?
Una apuesta tan ambiciosa y sin sustento como confusa para la población.

¿Cuál es el riesgo entonces con este tipo de publicaciones? La respuesta es evidente: el público que las considere como información válida las usará como la base para tomar decisiones ante la pandemia de covid19 que ya está entre nosotros en México.

Entre otras cosas, la información señalada puede generar falsas sensaciones de seguridad que lleven posteriormente al relajamiento de las medidas de prevención del contagio y, por ende, a incrementar los riesgos de infección del sars-cov2, lo que pone en riesgo la vida de quienes tomaron esas decisiones y de quienes los rodena, o de la cadena de contagios que podrían iniciar al bajar la guardia.

Ese es el nivel de riesgo que la irresponsabilidad, la falta de ponderación sobre los posibles efectos de lo publicado puede tener en la vida de las personas. Es un ejemplo práctico de mala praxis y de ausencia de ética o de la comprensión de la deontología del periodismo como una herramienta de uso social.

Es, por decirlo en otras palabras, no tener tantita madre o tantito padre, y poner el rating por encima del respeto a la vida.