La pandemia global que se desató en China y que está recorriendo todos los países está generando una paralización de la economía global. Fábricas inactivas, puertos clausurados, bancos cerrados, grandes concentraciones de personas postergadas, no solo lograron -en algunos casos- contener el crecimiento exponencial de la curva de contagio sino que tambén contribuyeron a “despejar” algunos cielos.
Desde que comenzó la propagación del coronavirus en China lo que las agencias internacionales comenzaron a observar cómo la dramática contaminación que se vivía en las grandes ciudades del gigante asiático empezaba a ceder. Los mapas satelitales que mostraban un color que iban del naranja a rojo en varias naciones empezaron a “apagarse” y darle lugar al verde.
La región más fabril de China, el norte de Italia y de España y hasta los cielos de la Argentina comenzaron a mostrar otra tonalidad, por lo menos en las imágenes satelitales. Así quedó explicitado en publicaciones en medios europeos en donde se hace referencia a informes de la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés) y de la NASA, que revelaron una fuerte caída en las emisiones de los contaminantes debido a la cuarentena extrema.
Según publicó Lauri Myllyvirta en el sitio especializado Carbon Brief, del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), en los Estados Unidos, el cierre de las fábricas en China significó una reducción de “25% en sus emisiones de dióxido de carbono”. Sólo ese porcentaje del gigante asiático se traduce en una caíd de 6% en el número de emisiones del mundo.
La pregunta a resolver es si esto se podrá mantener en el tiempo o, como si fuera una dieta, en el momento que los países salgan del estancamiento se observará un rebote tan fuerte que lo que se ganó se perderá rápidamente.
“La pregunta a resolver es si esto se podrá mantener en el tiempo o, como si fuera una dieta, en el momento que los países salgan del estancamiento se observará un rebote tan fuerte que lo que se ganó se perderá rápidamente”
“Todo depende de los impactos económicos del virus a largo plazo, que aun son muy inciertos. En este contexto es que podemos identificar, como mínimo, tres tipos de escenarios:
1. Si la crisis no dura, la economía rebotará apenas y todo vuelva a lo normal. En este caso las emisiones de CO2 también rebotarán ya que, aunque exista un desacoplamiento relativo (y no muy evidente) entre el crecimiento del PBI y el de las emisiones de CO2, no hay desacoplamiento absoluto a nivel global. Es decir que cuando la actividad económica aumenta (o disminuye), las emisiones también crecen (o bajan) aunque no necesariamente en la misma proporción”, explicó a Infobae el economista franco argentino Romain Svartzman.
“Datos recientes muestran que las emisiones de CO2 de China se han reducido en un 25% entre enero y febrero, en gran parte porque el país consumió menos carbón (la fuente de energía que más emite);
2. Otra posibilidad sería el de una crisis de más largo plazo, desencadenada por la incapacidad de reembolso de deudas por parte de empresas, hogares, instituciones financieras y hasta gobiernos. En este caso, la reducción de emisiones de CO2 sería también de más largo plazo y se debería principalmente a la baja de actividad económica (como ocurrió en 2008 en varios países afectados por la crisis financiera), con consecuencias socioeconómicas muy negativas”, agregó el especialista recibido en la Universidad Sciences Po, uno de los economistas del Banco Central de Francia y coautor de la teoría del “cisne verde”, una especia de catástrofe ecológica que destruiría a la economía global; y
“La comunidad científica indica que diferentes riesgos sanitarios y ambientales están interconectados: por ejemplo, muchas epidemias tienen como raíz degradaciones ecológicas” (Romain Svartzman)
3. El que parece viable a largo plazo, aunque el más improbable a corto plazo por las dinámicas actuales: “el de una toma de consciencia global de las interconexiones entre naciones, empresas e individuos, así como entre sistemas humanos y ecosistemas. En nuestro libro The Green Swan (publicado por el Banco de Pagos Internacionales y el Banco Central de Francia) decimos que es urgente que las herramientas de modelización económica y sobre todo las respuestas políticas frente a riesgos globales integren mejor estas interconexiones. Nos referíamos al cambio climático, pero esa urgencia se aplica al coronavirus en el caso actual. Además, la comunidad científica indica que diferentes riesgos sanitarios y ambientales están interconectados: por ejemplo, muchas epidemias tienen como raíz degradaciones ecológicas (aunque cabe ser prudente y abstenerse de afirmar, sin pruebas científicas, que ese sería el caso de Covid-19). Con todas esas salvedades, la crisis del coronavirus podría interpretarse como un aviso de lo que se puede venir de forma más potente con otros problemas (como el cambio climático) si no se toman medidas fuertes y globales”.
El problema que muchos observan es que frente a la recesión global que está provocando la pandemia y en donde se estiman que se perderán 25 millones de puestos de trabajo, las medidas que impulsarán los gobierno generarán un rebote tan fuerte que el “aire” limpio de hoy cambiará rápidamente.
Así lo entiende Soledad Aguilar, quien está a cargo de la maestría en derecho y economía del cambio climático de Flacso, quien señaló que en términos de emisiones “toda recesión ahorra emisiones de GEI así que para el cambio climático es algo bueno, pero generalmente se compensa al reactivar la economía donde las emisiones suben más de lo normal”.
La especialista no se mostró del todo optimista y dijo que a pesar de todo este parate de la economía global las emisiones del efecto invernadero “siguen bastante a la curva de crecimiento”.