El feminicidio de Raquel Padilla se suma a larga de lista de crímenes contra las mujeres en México.

El 7 de noviembre de 2019, la doctora Raquel Padilla Ramos, historiadora, antropóloga y activista, fue asesinada a puñaladas en su casa por Juan Armando “N”, su pareja sentimental, quien fue recientemente condenado a 45 años en prisión por el crimen.

De 52 años, feminista e interesada en la justicia social, Raquel Padilla tenía un interés muy específico: la defensa a la gestión del pueblo Yaqui, grupo indígena proveniente del estado de Sonora, conocido —entre varias razones— por la autodeterminación de su territorio y su característica lengua tonal.

El asesinato sacudió a la yoemia, nombre usado para referirse a la totalidad de los miembros de la tribu, pero también al panorama mexicano en varios planos: los activistas y defensores de territorio viven en un estado de constante amenaza, el pueblo Yaqui y sus colaboradores han sufrido innumerables represalias e intimidación por su resistencia a la asimilación, y las mujeres en México son uno de los grupos más vulnerables a la violencia (en especial las mujeres indígenas). El asesinato de la doctora Padilla, que no era Yaqui, se investigó como un feminicidio, y sucedió durante la misma semana en la que 9 integrantes (incluyendo bebés) de la familia LeBarón fueron asesinados, sumando nuevas capas de sangre al clima de violencia que vive el país.

 

raquel padilla yaqui

 

Padilla dedicó su vida a la investigación del pueblo Yaqui, e impartió decenas de ponencias y publicaciones al respecto. “Además de tener un fuerte vínculo con el pueblo Yaqui, ella defendía todas las causas indígenas que había, si había una emergencia con algún pueblo, ella siempre alzaba la voz con fundamentos y, por supuesto, siempre citando a la historia”, declara Anabela Carlón, abogada de formación, pero dedicada principalmente a la autogestión del Pueblo Yaqui.

Carlón es habitante de Loma de Bacúm, uno de los pueblos que conforman el territorio de la tribu Yaqui en Sonora, y se dedica principalmente al video participativo (VP), una técnica de investigación donde los sujetos de estudio se vuelven personajes activos de ésta. El producto final es un video que incentiva el cambio social, y coloca al sujeto de estudio al centro de su comunidad. Raquel estaba ligada a una práctica de investigación similar: ayudar a que comunidades desempoderadas canalicen sus perspectivas y puntos de vista sin distorsión o influencia externa.

De acuerdo a Carlón, la yoemia se encuentra principalmente amenazada por la asimilación cultural. “Muchos de los Yaquis han asimilado la cultura no Yaqui y se adhieren a las órdenes del estado. Se habla de un dizque desarrollo, pero para nosotros eso es un mito. Es sólo una imposición ideológica”, declara Carlón. El supuesto progreso para los Yaquis se ha manifestado de varias formas, pero principalmente a través de desarrollos industriales.

Quizá el más conocido de estos es el gasoducto de 835 kilómetros que aspira a construir la empresa IEnova, mismo que atravesaría territorio Yaqui. En 2015, un momento conflictivo para la comunidad tras una serie de cambios políticos, la empresa realizó una consulta —misma que la doctora Padilla calificó como “completamente amañada”—  con el fin de dar paso a la construcción. La empresa aprovechó la fragmentación de la yoemia para convencer a 7 de los 8 pueblos de aceptar la construcción del gasoducto. Loma de Bacúm, no obstante, se opuso a la construcción, y en la comunidad Yaqui basta una voz disidente para repensar un acuerdo, pues el territorio (por decreto presidencial) es comunal: “Se necesita el consenso de los pueblos, es el futuro y pasado de todos, no sólo de unos cuantos, que se hacen llamar representantes”, señala Carlón.

Al comenzar la construcción, habitantes de Loma de Bacúm trataron por medios legales (incluso llegando a entregar documentos a la Ciudad de México) de detener los avances, lo cual no afectó en absoluto. Eventualmente la protesta se tornó física, y en un momento violento, Fidencio Aldama, habitante de Loma de Bacúm y guardia armado del pueblo, fue acusado de asesinato y condenado a 15 años de prisión por lo que, asegura Clarón, fue un crimen que no cometió. El conflicto aún no se resuelve, y cada tanto se intenta reactivar negociaciones, aunque sin mucho éxito.

“La doctora Raquel Padilla nos ayudaba principalmente con difusión”, recuerda Clarón. “Siempre compartía nuestra información en redes y nos ponía en contacto con gente de los medios”. Padilla también solía dar entrevistas como experta etnográfica en el pueblo Yaqui, y abogaba por la autonomía del pueblo en periódicos o sitios web. Sin ser parte de la tribu, era una voz importante en la legitimación pública del pueblo, y en tiempos de conflicto resultó una comunicadora clave.

Pero Padilla no se involucró con la comunidad exclusivamente en momentos de disputa. En una ocasión, antiguos objetos rituales de la cultura Yaqui aparecieron en Suecia. La Dra. Padilla se encargó de trazar la ruta, comunicarla y observar cómo fue que estos objetos, de gran importancia para el pueblo y jamás usados en ningún contexto, fueron a dar allá.  Ella acompaño el proceso rumbo a la devolución de estos objetos (obtenidos legalmente), pero fue asesinada antes de consumar la repatriación.

“Raquel Padilla estudiaba mucho la historia de los yaquis y cuando nos encontrábamos en algunos casos, como el del gaseoducto, le preguntábamos cómo fundamentar la defensa del territorio. Nos daba direcciones, documentos, libros, referencias y bibliografía que nos pudiera servir. Nos ahorraba el trabajo de buscar la historia Yaqui”, recuerda Carlón. En un mundo donde jurisprudencia y precisión histórica son necesarias para un combate legal, el pueblo Yaqui perdió a una aliada fundamental.

El feminicidio de Raquel Padilla suma una herida más a la precaria situación de los pueblos originarios, activistas y mujeres, en un país donde voces como la suya son elementos fundamentales que incentivan el cambio social.