Tras salir de su mortaja de hule, alambres y cemento, el suéter de Diana Mía, con la leyenda “Stay Cool”, añadió macabra ironía al hallazgo ocurrido en el Canal Tulichek, en la capital del estado de Baja California, al norte de México. La típica frase gringa de despedida podría tropicalizarse como “ve con calma” o “que te vaya bien”.
Los peritos encontraron un cuerpo de 1.15 metros de estatura, 20 kilogramos de peso, cabello largo y negro, tez morena clara. El acta de inspección también reportaba heridas abiertas en las manos y moretones en las piernas. Le faltaban dos dientes. Diana Mía tenía cinco años de edad. El autor del crimen, su padrastro.
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A mil 910 kilómetros de ahí, en Saltillo, Coahuila, un pequeño cuerpo resalta del resto en la fría plancha del Servicio Médico Forense. Se trata de un niño con la piel pegada a los huesos, tan pegada que, de lejos, se puede ver el contorno de sus costillas, clavículas y pómulos.
Su nombre es Landon Yahir y el último día de su vida pesó 14 kilogramos, 60 por ciento menos que la talla promedio de un niño mexicano de 8 años. Su familia lo mató de hambre.
En la Ciudad de México, Paloma está sentada en una de las mesas del reclusorio de Santa Martha Acatitla. Purga una pena de 55 años por el homicidio de sus dos hijas. “Yo prefería que estuvieran dormidas para que no pidieran de comer, no me pidieran nada. No supe nada”, dice entre lágrimas la mujer que no recuerda haber asfixiado a sus dos pequeñas.
Estos casos no son poco frecuentes en México: según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), entre 2012 y 2017 fueron asesinados casi 2 mil 600 menores de 15 años, 42 por ciento de ellos a manos de algún familiar, en sus hogares o por maltrato.
EMEEQUIS elaboró una base de datos de homicidios a partir de las actas de defunción que procesa el INEGI y pudo determinar que padres, madres y padrastros son los principales agresores. Alguna de estas tres figuras aparece como victimario en 8 de cada 10 de los homicidios de niños y niñas entre 0 y 14 años. Tíos, abuelos y hermanos también aparecen en las estadísticas, aunque fueron perpetradores de los crímenes en menor medida.
Los casos registrados en #MatarAUnHijo muestran cómo la falta de interés en los tres niveles de gobierno tienen repercusiones fatales en la vida de menores de edad.
Desde la omisión ante un pedido de auxilio en el caso de Landon, pasando por la falta interés y coordinación entre autoridades en el caso de Diana Mía, hasta la vulneración sistemática de los derechos de una niña que se vuelve madre y que termina siendo homicida, como en la historia de Paloma.
A pesar de que la protección integral a niños y adolescentes está contemplada en la Constitución mexicana, en la ley respectiva y en tratados internacionales, proliferan casos de maltrato infantil por parte de adultos, en ocasiones los padres.
“La protección a la infancia está acéfala”, es el sombrío pronóstico de los especialistas.
La serie #MatarAUnHijo está dividida en cuatro capítulos:
1. “Tu hija aparecerá muerta en un canal”. El caso Diana Mía
2. Abandonado por sus padres, Landon murió de hambre
3. Paloma asfixió a sus dos hijas; estaba empastillada
4. Niños, los olvidados de la política
A partir de hoy, EMEEQUIS, Connectas y ADN 40 divulgan esta investigación especial que pretende visibilizar una problemática poco atendida por las autoridades, la cual viene acompañada por un minidocumental y el Micrositio Matar a un hijo.