Durante 12 años, el Gobierno de la Ciudad de México buscó, en vano, producir energía eléctrica con la basura, una meta lograda en el relleno La Perseverancia, en Cuautla, donde son depositados los residuos capitalinos.
“Con el biogás derivado de la descomposición de los desechos generamos un megawatt por hora de energía, que entregamos a la red nacional de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y, en términos contables, la compran las empresas BuinMor y Metapapel, en la zona conurbada de Ciudad de México”, expuso Crisóforo Arroyo, gerente de La Perseverancia.
La Jefatura de Gobierno de Marcelo Ebrard intentó construir un Centro Integral de Residuos y Energía (CIRE), a lado de la terminal Tláhuac de la Línea 12.
Miguel Angel Mancera trató de instalar la planta termovalorizadora El Sarape, en un predio al sur del entonces Nuevo Aeropuerto, en la zona federal de Texcoco.
“Solo depositamos residuos en rellenos autorizados que cumplen con la norma ambiental 083, en La Perseverancia ya producen electricidad, un objetivo al que no hemos renunciado en la Ciudad”, planteó Efraín Morales, director general de Servicios Urbanos, a cargo de la basura de la Ciudad.
REFORMA constató el proceso en un recorrido por La Perseverancia, donde diariamente reciben mil toneladas de desechos de Cuernavaca y 13 municipios de Morelos, así como cien toneladas de la Capital.
Tras entrar en tractocamiones, los residuos son confinados en celdas cúbicas, que son selladas para que al interior se liberen líquidos lixiviados y biogás por la descomposición.
El biogás o gas metano es canalizado a 32 pozos distribuidos en dos celdas, de los cuales un motor lo succiona y concentra para inyectarlo como combustible a un generador de electricidad, explicaron Osana Baena y José Sánchez, ingenieros de la empresa.
Con inversión privada de 50 millones de pesos, el generador se conecta al Centro Nacional de Control de Energía de Puebla, el cual abre la red nacional de distribución.
La planta cuenta con certificación del Protocolo de California, por lo que reciben bonos de carbono al evitar que 12 mil 500 toneladas de carbono terminen en la atmósfera y agraven el calentamiento global.
“Con política es muy difícil construir algo así, tiene que ser una empresa que tome el riesgo, comentó Crisóforo Arroyo.