Los sicarios que se enfrentaron esta tarde a la policía -después de que ejecutaron a un hombre por la Mazatlán y 11- eran unos muchachos tan parecidos, en edad y forma de vestir, a cualquier otro muchacho de familia de San Luis. El más joven era casi un niño. Tendido mortalmente en la arena parecía tan indefenso. Pero a su costado quedó un “Cuerno de Chivo” cortito que usó para rociar de balas una de las unidades policiacas antes de que -en legítima defensa- la policía lo inhibiera. La gorra negra que llevaba se quedó en su sitio. Una camisa a rayas azules, blancas, negras y salmón en conjunto con unos pantaloncillos negros y tenis mostraban su faceta jovial y a la moda. Tendido sin vida sobre la tibia arena parecía dormir un sueño profundo. Terrible dolor para sus padres.
A un lado del más joven de los tres quedó otro muchacho bien vestido, espigado, de piel clara y en la plenitud de sus energías y de su juventud. Casi sobre su espalda quedó el rifle de asalto con el que tundió el parabrisas de una patrulla. La playera azul añil y el pantalón beige apenas se salpicaron de la arena cuando cayó herido mortalmente. Su gorra negra quedó perfectamente calzada a su cabeza inmóvil.
El otro muchacho quedó tendido en la arena del lado del copiloto de la Grand Cherokee que se quedó embancada en un hoyanco justo al pie del canalón. Desde allí ayudó a los otros muchachos a rociar a las patrullas con balas. Su rifle de asalto también quedó tendido a su costado. De pelo bien recortado, playera guinda y Levys murió intentando huir del brazo de la ley junto con sus compañeros, pero el brazo de la ley los alcanzó.