Esto es como un “desierto“, lamenta un cubano al salir de vacío de la enésima tienda que visita en Miami en busca de un agua embotellada que, junto con la gasolina y los sacos de arena, se presenta como producto de “primera necesidad” para encarar el impacto del “extremadamente peligroso” huracán Dorian.
Despunta el día y decenas de personas hacen fila frente a una popular cadena de supermercados deFlorida bajo la promesa de que cuando abriese habría un nuevo cargamento de agua que ya este jueves se había agotado en todos los comercios locales y de buena parte de las regiones por las que se espera pase Dorian a partir del lunes.
Los madrugadores tuvieron premio antes de que volasen las botellas, no así alguno que, apurado, entra en la tiendas pasados ya varios minutos desde las 7:00 h preguntando “¿todavía queda agua?”.
La respuesta se la da un cubano que sale de la tienda malhumorado: “No ha durado ni diez minutos. Con todo lo que llueve estos días y Miami parece un desierto. No se puede encontrar agua”.
Esta queja se repite una y otra vez en la ciudad, lo que llevó al alcalde del condado de Miami-Dade, Carlos Giménez, a asegurar en su cuenta de Twitter que los residentes no necesitan comprar agua.
“El agua de Miami-Dade que entra por la pila de la casa es excelente”, dijo el mandatario que tan solo recomendó llenar los “contenedores para estar preparados”.
No necesitan salir a comprar agua. El agua de Miami-Dade que entra por la pila de la casa es excelente. Llenen sus contenedores para estar preparados. #HurricaneDorian
— Carlos A. Gimenez (@MayorGimenez) August 30, 2019
Pero la gente, o no se fía o peca por exceso de prudencia ante la previsible llegada de Dorian a Florida a partir del lunes con vientos de unos 225 km/h, lo que podría dejar a toda la región sin luz durante días.
Las estanterías de agua de los supermercados y tiendas están vacías, más allá de carteles que avisan que debido al “aumento de la demanda” solo venden cantidades limitadas de botellas.
Los que se acercan hasta allí, comprobando que no tuvieron suerte, miran con otros ojos las bebidas azucaradas, que poco a poco van desapareciendo, sobre todo las tónicas y las que tienen sabor a limón. Cuánto más blanca la bebida mejor.
“Algo que se parezca al agua”, dice a EFE la venezolana María Rodríguez mientras mira los estantes y lamenta que la gente haya entrado en “pánico”, pues el huracán no empezará a sentirse en Miami hasta dentro de tres días.
Después de pensárselo, Rodríguez apuesta por algo con sabor a naranja y unos vinos.
Cuestionada sobre si esos caldos sustituirán al agua, responde con tono festivo “¡claro!”, mientras se aleja de una zona con notorios huecos en vinos blancos y rosados en promoción.
Hay otros que al ver las baldas desiertas les entra una pequeña risa nerviosa y otros pasan por delante casi disimulando, como si no les interesase, e incluso los hay que frenan en seco sus carritos y dan media vuelta, probablemente para probar suerte en otro lugar.
“He ido a cuatro supermercados y nada”, lamenta la venezolana mientras se dirige a la caja a pagar.
Otra mujer pregunta cuándo recibirán más agua a una dependienta que se encoge de hombros y dice resignada: “Es impredecible”.
En un país donde se consume mayoritariamente leche fresca, que dura menos en caso de no poder guardarse a baja temperatura por un predecible apagón eléctrico, faltan también los botes de leche condensada, evaporada, chocolateada, en polvo y los de leche pasteurizada, de coco, arroz, almendra, soja y cualquier otro tipo.
Junto a los lácteos, galletas, cereales, pan de forma y otros productos de desayuno, también van desapareciendo de los estantes.
Fuera de los supermercados se repiten las filas para llenar de combustible los depósitos de los automóviles y las tiendas de bricolaje bullen de actividad con gente que quiere pertrechar lo mejor posible sus casas, especialmente maderas para cubrir las ventanas y sacos de arena para proteger las puertas.
Una de estas personas es Stacey Pascual, que dice que ha comprado un poco de todo “por precaución”, porque tiene “muchas mascotas” y quiere protegerlas a ellas y su casa.
“He comprado metales, maderas, tornillos, gasolina, baterías, un montón de linternas y agua tengo en la casa a montones gracias a Dios”, explica.