Fue como un concierto, sólo que esta vez no era Celso Piña quien tocaba sus melodías en Monterrey, sino sus seguidores.

Cantando a coro, bailando al ritmo de instrumentos como el güiro y el acordeón, incluso con bocinas que reproducían sus piezas, así fue como 25 mil personas (cifra oficial según Protección Civil Nuevo León) despidieron a “El Rebelde del Acordeón”, fallecido el miércoles por un infarto.

El adiós comenzó con una misa de cuerpo presente a las 12:00 horas en la Basílica de Guadalupe, ubicada en su barrio, la Colonia Independencia. Pero sus fans empezaron a llegar horas antes, con un ambiente festivo.

La ceremonia fue el único momento solemne de la jornada, aunque las porras y aplausos fueron inevitables.

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Frente al altar, rodeado de guardias, el féretro estuvo abierto y se pudo ver por última vez al “Acordeonista de Hamelin”, como lo bautizó el escritor Carlos Monsiváis.

Su familia se mantuvo cerca. Estaban su viuda, Juany Ortiz de Piña, y sus hijos, Daniel, quien colocó el acordeón del músico en el altar, Katia y Martha Cecilia Piña Ortiz; esta última participó en las lecturas.

Rubén Piña se asomaba al ataúd con frecuencia para contemplar a su hermano.
El pasado 12 de diciembre, Celso Piña le había cantado a la Virgen de Guadalupe en este mismo templo, se recordó en la homilía.

Después el féretro salió de la Basílica a la explanada exterior, donde todos sus seguidores lo rodearon con canto y baile.

Al son de las interpretaciones de un conjunto de La Tuna Group, personas de todas las edades gritaron su nombre en porra y cantaron sus temas, como “Cumbia de la Paz”.

No cabían tristeza ni duelo, era un gran jolgorio para decirle adiós al embajador de la cumbia colombiana. Entonces sonó “Los Caminos de la Vida” y el féretro fue llevado a la carroza para empezar su recorrido.

Tras un pequeño caos en el que la multitud se volcó para seguirlo de cerca, elementos de la Policía de Monterrey y Protección Civil realizaron una valla para dar paso a los vehículos.

El calor era intenso, 36 grados marcaba el termómetro. Al pasar frente a las casas, los vecinos aguardaban en las puertas para grabar con los celulares; muchos tenían bocinas que reproducían sus canciones.

El cortejo llegó al Cerro de la Campana y la carroza se detuvo en su casa, frente a un mural recién pintado en su honor. Ahí bajó su familia. Los vecinos y los seguidores cantaron sus cumbias acompañados con güiro y acordeón.

Después de “Como el Viento”, la familia ingresó al hogar y la carroza bajó del cerro escoltada por unidades de Fuerza Civil y Tránsito de Monterrey. Se deshizo la peregrinación. El cuerpo de Celso fue cremado en una funeraria.