El “Puente del último suspiro” era durante la segunda mitad del siglo XIX, el preámbulo para ingresar a una de las cárceles más temidas en la historia de México, la de San Juan de Ulúa, en Veracruz; otra fue el “Palacio Negro” de Lecumberri, establecida en la Ciudad de México bajo la dictadura porfiriana, como prototipo del orden forzado y la represión de aquellos años, cuando el país vivió una hondonada de descontentos sociales, entre ellos la guerra del Yaqui.
En Hermosillo, Sonora, se concibió un sitio semejante: la Penitenciaría General del Estado de Sonora, donde este año, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) inicia un macroproyecto de renovación integral museográfica y la obra de rescate e intervención arquitectónica para el uso cultural más importante de la institución en el estado, con una inversión de 12.5 millones de pesos para su primera etapa, informa José Luis Perea González, director del Centro INAH Sonora.
Considerada uno de los monumentos históricos emblemáticos del norte de México y de los principales referentes arquitectónicos de Hermosillo, enclavado en las faldas del cerro de la Campana, la Antigua Penitenciaría de Sonora fue en gran parte construida con piedra extraída de la misma colina por manos indígenas yaqui de los barrios vecinos La Matanza y Las Pilas, quienes cortaban la piedra marmoleada del cerro para levantar los muros de lo que sería su prisión durante el proceso de deportación al sureste de México, como cautivos de guerra.
Se inauguró el 15 de septiembre de 1908, pero su desarrollo inició en 1902, como respuesta a lo que el Porfiriato consideraba el México insumiso, concebida como un sitio donde se recibieran suficientes dosis de castigo para aprender la obediencia. Así lo anota la historiadora del INAH en Sonora, Raquel Padilla Ramos, y advierte que para el sistema porfiriano era indispensable establecer este tipo de instituciones en lugares estratégicos.
Sonora fue uno de ellos ya que estuvo gobernado por un triunvirato prácticamente militar, bajo la justificación de las incursiones de indios apaches y las hostilidades de los yaquis. Se trató de un moderno edificio diseñado por el ingeniero Arthur Francis Wrotnowski, quien también participó en la construcción de los puertos de Veracruz y Tampico, así como el Palacio Municipal de Guaymas.
La obra arquitectónica está constituida por dos edificios, uno de ladrillo que durante los primeros años —cuando el inmueble funcionó como cárcel— albergó los juzgados, las oficinas de administración y las habitaciones del alcaide, máxima autoridad dentro de la penitenciaría. En tanto el edificio de piedra estuvo destinado para el área de prisión.
La solución arquitectónica del proyecto fue para su época de lo más moderna, dotando a las celdas de los servicios básicos de higiene y contemplando áreas para diversos talleres que permitiera al interno alguna actividad productiva. Funcionó como cárcel hasta 1979, quedando sus muros como mudos testigos de importantes momentos de la vida social y política del estado: la huelga de Cananea, la deportación de los yaquis, la persecución religiosa, el antichinismo, la Liga 23 de Septiembre y los movimientos estudiantiles. En 1957, ahí ocurrió el último fusilamiento que hubo en el país.
En abril de 1982, el INAH y el gobierno estatal convinieron darle un nuevo uso al histórico edificio, acordaron su restauración para la instalación del Centro Regional del INAH en Sonora y un museo sobre la historia del estado y su sociedad. El proyecto respetó la imagen original del edificio y las numerosas celdas fueron acondicionadas como espacios de exhibición, oficinas, laboratorios y talleres, de tal modo que hasta el día de hoy, al recorrer sus espacios se pueden apreciar el grosor de sus muros de piedra, los barrotes originales, las estrechas puertas y celdas con techos abovedados.
La Antigua Penitenciaría porfiriana abrió como museo el 12 de septiembre de 1985. Durante tres décadas no sólo ha resguardado el patrimonio cultural sonorense sino también ha desarrollado proyectos de comunicación educativa, divulgación de investigaciones y decenas de exposiciones temporales e itinerantes que lo mantiene como un museo vivo. En tanto su sede es considerada un importante patrimonio histórico y cultural de México y símbolo invaluable del norte.
A partir de junio de 2018, el INAH somete este inmueble histórico a un Macroproyecto de Renovación Integral del Museo Regional de Sonora y Reapertura de Servicios al Público de la Antigua Penitenciaría, que se traduce en la obra de rescate e intervención arquitectónica para el uso cultural más importante desarrollada por el INAH en Sonora, cuya primera etapa concluirá en diciembre próximo, informa el antropólogo Perea González.
La tarea de rehabilitación y renovación de la Antigua Penitenciaría, explica Perea González, se ha planteado en dos sentidos: por una lado, como un proyecto que enriquezca contenidos museológicos, incorpore nuevas colecciones, guiones actualizados a partir de investigaciones desarrolladas en los últimos 33 años, considerando tanto las aportaciones de investigadores del INAH como de otros centros de la región.
“Queremos ofrecer un museo de la gente de Sonora, donde los sonorenses se reconozcan no como espectadores sino artífices orgullosos de su pasado. A través de sus colecciones y museografía pretendemos un homenaje a la diversidad cultural de la región noroeste del país y particularmente del estado”.
Asimismo, se concibe como un proyecto de restructuración arquitectónica, sustentado en estudios que ha llevado a cabo la sección de Monumentos Históricos del Centro INAH Sonora, conjuntamente con las coordinaciones nacionales de Monumentos Históricos y de Obras y Proyectos del INAH. Este año, el proyecto se dirige a acciones emergentes y preliminares como son la rehabilitación del sistema hidrosanitario, de bajadas pluviales e instalación eléctrica, y en la renovación de los sistemas de control climático y de seguridad. En esta primera etapa se llevará a cabo la reapertura parcial de servicios al público y se restaurará una celda para mostrarla a los visitantes, informa Perea González.
Se da mantenimiento y rehabilita el sistema estructural de madera de las galerías, así como de puertas y ventanas y se mejoran los acabados en muros y pisos del edificio de ladrillo. Igualmente, en esta área se llevarán a cabo trabajos de adecuación de salas de exhibiciones temporales con acciones de mantenimiento correctivo, dotación de mobiliario e iluminación museográficos, además de los sistemas de seguridad y control climático. Las salas de exhibición temporal abrirán al público a finales de noviembre con la exposición México en el Patrimonio Mundial, menciona el arquitecto Zenón Tiburcio Robles, director del Museo Regional de Sonora.
El edificio de piedra volverá a alojar las salas de exposición permanente, como cuando se inauguró en 1985. Para tal efecto se trabaja en un nuevo programa museológico que estará sustentado en la diversidad cultural del noroeste, sus pueblos originarios y mestizos, respetando las diferentes etapas históricas, mientras tanto, investigadores de la región integran los guiones científicos.
Asimismo, se ha avanzado en el registro de colecciones, que se componen de cerca de tres mil piezas. Uno por uno, cada objeto ha sido fotografiado desde diferentes ángulos y se han elaborado sus fichas respectivas con descripción detallada de sus características físicas, técnicas, culturales, científicas y estado de conservación, a fin de facilitar su clasificación y reconocimiento. El registro del acervo actualizado conforme a las nuevas herramientas de registro de colecciones del INAH se integra a una base de datos nacional, informó Zenón Tiburcio Robles.
La primera etapa del macroproyecto concluirá en diciembre y ya están definidas las siguientes: la segunda, programada de 2019 a 2021, contempla la continuación de la intervención y restauración arquitectónica, principalmente del edificio de piedra, y la tercera, a realizarse de 2022 a 2024, concluirá el montaje museográfico de las salas permanentes y abrirá nuevas áreas de servicios educativos y culturales.