La música como un rescate. Ese bálsamo donde aprender otros horizontes. No cabe aquí el discurso lastimero, no la victimización. Pero sí la realidad.
Orquesta de Cámara Juvenil se llama el proyecto. Y nace ante la premisa de formar elementos para la Orquesta Juvenil de Sonora (OJUSON).
Desde Casa de la Cultura de Sonora, en Hermosillo, a través de Instituto Sonorense de Cultura, se construye la otra vida, la que también es realidad y se llama música. Con niños, adolescentes, de diversas colonias de Hermosillo.
La historia de esta orquesta nace con los niños de El Guayacán, esa colonial ubicada al norte de la ciudad, más allá de fachada de relumbrón, donde la palabra austeridad es un término que se queda corto para quienes habitan esta zona, son tocados por la magia instrumental que desde ya rinde sus frutos.
Aconteció el domingo próximo pasado, en el Kiosco del Arte de la Pitic. Allí los integrantes de este proyecto, Orquesta de Cámara Juvenil dieron su primer concierto de manera oficial. La dignidad desde un instrumento que les toca la vida para siempre.
Porque el proyecto nace a contracorriente. Lo dice su directora, la chelista Carina Robles Linares, integrante de la Orquesta Filarmónica de Sonora. Nace, en la precariedad que es rutina para quienes ahora forman parte de este grupo.
Carina subraya que “El proyecto nace a partir de la búsqueda de integrantes para la OJUSON”.
Y añade: “Siempre quise formar una orquesta básica, el proyecto en sí es tener una orquesta básica en cuerda, que en cualquier orquesta sinfónica es la base de la instrumentación, es la parte más sólida. Cuando estos niños crezcan pasarlos directamente a OJUSON y que ellos no sientan esa brecha tan grande.
–Carina, cuéntanos, ¿dónde te encontraste a estos niños?
–Este proyecto de Orquesta de Cámara Juvenil está formado por un grupo de niños que vienen de la fundación Hermosiarte, que dirige Fabio Murillo. Él trabaja en El Guayacán promoviendo la música para integrar a los niños a un ambiente mejor. Fabio siempre ha pedido apoyo de maestros, pero hace como dos años y medio establecimos esta relación de trabajo.
Conocí a las niñas, me empecé a enganchar y Fabio me invitó a ir los domingos con niñas a las que les estaba enseñando tocar violín. Acepté la invitación, me interné en El Guayacán, la parte norte de la ciudad, atrás del bulevar Progreso, donde eran basureros, en ese Hermosillo que nadie quiere ver, todo mundo lo tiene olvidado. Al llegar a allí miré que a Fabio le tenían prestado un cuartito pequeñito en un centrito de salud, donde había un patio lleno de perros. Cuando llegué y miré lo que estaba sucediendo se me rompió el corazón, porque las niñas estaban intentando tocar en ese medio en el que todo lo tenían en contra.
Seguí yendo cada domingo, empecé a corregir posiciones, afinar violines, y hasta que se fue generando la necesidad en mí de estar con ellas, entonces empezamos a formar un grupo muy lindo, en el que ya tenemos dos años.
En ese espacio pequeñito de El Guayacán estuvimos ocho meses, lugar difícil e inhóspito, peligroso en el cual los calores son abrumadores, niños que viven en casas de cartón, donde la vida sigue su curso y los niños y sus madres están ahí, con sus sueños y deseo de lograr cosas, es una lección de vida.
–Cuenta Carina que las gestiones han sido constantes y el ingenio se manifiesta ante el deseo de continuar con el proyecto. Por eso trabajaron hasta llevar a diez niños y niñas a Casa de la Cultura, recinto que se ha convertido en espacio de ensayos para esta Orquesta que ya se ha convertido en base de la OJUSON.
Dice Carina que se la rifan con los avatares diarios: el traslado de los niños, la organización, la constante búsqueda de recursos para aportar lo elemental que requiere una Orquesta. A dos años de iniciado este proyecto cada día se consolida más.
También recuerda Carina, que el espacio en el que iniciaron el proyecto seguía siendo un lugar en contra.
“Un día le comenté a Fabio que allí no íbamos a progresar, los perros ladran de forma horrorosa, no nos dejan oír, no hay aíre y se complica afinar violines. Insistí con Fabio porque finalmente yo me encargo de lo musical pero él es quien hace los trámites de localizar miles de cosas, él se movió, como siempre, consiguió otro lugar más céntrico, con mejores condiciones, en Solidaridad y Progreso, en un kínder que le prestan por las tardes”.
Sin pupitres pero con el deseo henchido, así las cosas fluyen de manera óptima.
Carina se desborda de pasión, de alegría. Cuenta con la emoción en la mirada. Avatares y logros.
“Allí en ese espacio nuevo las cosas cambiaron, tenemos un salón refrigerado, no tenemos pupitres para las clases de solfeo que doy los domingo a cuarenta niños, hemos intentado conseguir pero no hemos tenido suerte. No obstante tenemos cuarenta niños, que salen de todos lados, porque ellos están necesitados de aprendizaje”.