Moscú.- La aplicación de mensajería Telegram, amenazada de bloqueo en Rusia, sedujo a sus 200 millones de usuarios y a inversores ofreciendo un alto nivel de confidencialidad, por el que se encuentra en el punto de mira de las autoridades.
Fundador
Dotado de una fortuna de 1.700 millones según Forbes, Pavel Durov, de 33 años, fundó Telegram en 2013 con su hermano Nikolai. En 2006, recién diplomado por la universidad de San Petersburgo, se dio a conocer lanzando la red social VKontakte (VK), que se convirtió rápidamente en la más usada en Rusia, por delante de Facebook.
Pavel destacaba más que su hermano y encadenaba las provocaciones, lanzando billetes por la ventana de su local o apareciendo en las redes sociales con el dedo medio en alto en un gesto obsceno.
El éxito de VKontakte generó fricciones. Con sus accionistas, porque vendió VK en 2014 tras meses de conflicto, y con las autoridades. Acabó yéndose de Rusia después de haberse negado a entregar al FDS (el servicio de inteligencia) los datos personales de activistas proeuropeos ucranianos.
Viajó de país en país para desarrollar Telegram y se instaló en Dubái. Obtuvo la ciudadanía de la isla caribeña San Cristóbal y Nieves.
Es muy celoso de su vida privada pero suele aparecer en las redes sociales vestido de negro y exhibiendo su cuerpo musculoso en playas paradisíacas.
Adalid de la confidencialidad
Gracias a un complejo sistema de cifrado, Telegram es el campeón de la libertad de internet y de la confidencialidad de sus usuarios. La aplicación tuvo un éxito fulgurante dentro del contexto de las revelaciones del exanalista de los servicios de inteligencia estadounidenses Edward Snowden sobre la red de vigilancia mundial. Snowden se refugió en Rusia y Pavel Dourov propuso contratarlo a su llegada a Moscú en 2013.
“Al contrario de otras aplicaciones populares, Telegram no tiene accionistas ni anunciantes a los que rendir cuentas”, recalca Pavel Durov, quien insiste en no haber divulgado “a terceros un solo octeto de los datos personales de nuestros usuarios”.
Esta promesa de seguridad y los “canales” que permiten a los usuarios difundir información a sus suscriptores hacen que varias administraciones rusas lo usen para su comunicación, incluido el Kremlin.
Espectro del terrorismo
Esta confidencialidad es un arma de doble filo que le valió fricciones con las autoridades en Rusia y en Irán, donde fue bloqueado provisionalmente en diciembre y enero durante los disturbios que estallaron después de unas manifestaciones de protesta contra el alto coste de la vida.
También fue blanco de críticas en el contexto de la amenaza terrorista. Después de los atentados de París en 2015 decidió cerrar las cuentas relacionadas con el grupo yihadista Estado Islámico.
Pavel Durov define así su línea de conducta: “Para nosotros el límite está claro. Criticar a las autoridades locales, contestar el status quo y debatir sobre política no plantea problema. Por el contrario, promover la violencia y llamar a acciones que puedan perjudicar a inocentes plantea un problema”.
Inversores
Todo ello no perjudica al crecimiento de la aplicación que alcanzó en marzo los 200 millones de usuarios activos, muy lejos todavía de los 1.000 millones de WhatsApp, controlado por Facebook.
Telegram genera interés en los círculos financieros, agitados por la aparición de las criptomonedas. En lo que va de año, la aplicación captó 1.700 millones de dólares (un récord en el sector) en operaciones destinadas a desarrollar la tecnología blockchain (de almacenamiento y transmisión de información) en la que se basan las criptomonedas.
Según la prensa especializada y analistas del sector, la aplicación de mensajería quiere crear su propia divisa virtual.
Su crecimiento tuvo algunos tropiezos, como los fallos de conexión de varias horas en Europa y Oriente Medio a finales de marzo.